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miércoles, 18 de abril de 2012

¡Chiclayo de mis amores!

Recuerdos de "mi Chiclayo" de los aňos 60 y 70

Corresponsal de PRENSATUR – Prensa Turística del Perú.
Austria, 18 de Abril del 2012.

 FOTOS ARCHIVO FAMILIAR, Copyright L. Barth.
Empresa de Transporte Eiran Nisizaka, 1937.

Hoy cumples aňos Chiclayo de mis Amores, Chiclayo Chiquito y acogedor, lleno de gente linda y generosa! Aún tengo en mi mente tus calles empedradas y a los “pollinos” que la cabalgaban llenos de alfalfa el lomo, arreados por un mi neto chiclayano “cholo patas en el suelo”, a mucha honra y como diz que dice el dicho... quien con gran sombrerazo él, blusón y pantalón arremangado, mirada noble de hombre de trabajo y lucha, pasaba puntualmente todos los días por nuestra calle; justo a la hora que llegaba el panadero tirando de alaridos con su corneta, con su carretilla y su pan fresquecito y otros bolillos. A correr a comprar el pan de cada día, se ha dicho!  Mientras que el “pollino” sin inmutarse seguía su camino.
Aún veo tus casonas de altillos y callejones como aquella de nuestra querida y legendaria Calle Eugenio Moya, con cuerdas que colgaban de sus altos techos para abrir la vista al Cielo. Las noches a veces a la luz de las velas, observando el vuelo circular de los “comejenes”. El portón siempre abierto, así como fue la casa y el corazón del abuelo generoso para con todos! Sentados alrededor de la gran mesa, larguísima, en el comedor que albergó alguna vez a sus quince herederos completos, tomábamos el lonchecito, con su café pasadito gota a gota, sus “chancayes”, su pan francés “y cuanto hay” como decía el abuelo; todo preparado con el amor de la abuela, que nos apachurraba después en su regazo llenándonos de besos.
Don Felipe y Doña Aurora, años veinte.
En mis recuerdos veo aún el Parque Villarreal, con sus edificaciones de quincha y estero, donde vivía la tía Elenita, ahí nomás pues a la vuelta de la esquina; y sus domingos en aire festivo al compás de las campanadas de la Iglesia y feligresas con mantillas de encaje, muy recatadas ellas. Tu majestuosa Catedral y tu colorida Plaza de Armas con sus “canillitas” y sus vendedores ambulantes de periódico, donde paseábamos dando vueltas y vueltas para entrar en cuchicheo jocoso con tus vecinos, chiclayanos de pura sepa. “Hola hermano!!” se escuchaba por aquí; “Buenos días, Seňora Aurorita, qué ha sido de su vida?” por allá! Los encuentros de esquina en esquina eran incansablemente amenos ...! Ay, mi Chiclayo Chiquito que ya se fue!
El perfume maravilloso de tus bodegas llenas de King-Kong, natillas, dulces de manjarblanco eran motivo de nuestra codicia. Y andando por tus callecitas no faltaban los aromas a tu arroz con pato a la chiclayana, a tu cabrito tierno ni a tu espesao, y ni qué decir de tu “chiringuito” hecho a base de caballa seca, arte culinario de tus mujeres que se batían con sendas cucharas de palo de Monsefú y verdaderas piedras para chancar ajos; mientras veíamos a los viejos que reposaban mirando la vida allá afuera, sentados en la puerta de la calle, disfrutando la brisa de tu cercano mar. 
Mucha juventud sana ha albergado tus calles, muchachada inocente, alegre y enamorada que siempre en grupo llenaba de algarabía el ambiente. “Qué muchachos estos!” se le escuchaba decir al abuelo Felipe en plena fiesta, para después agarrar las bandurrias y cantarle a su amor: “Ay Aurora, me has entregado al abandono, yo que tanto y tanto te he querido...”, coplas de antaňo, coplas de sentimiento puro que resuenan en mi corazón. Y ni qué decir, cuando llegaban los artistas de la “Esquina del Movimiento”, quienes con su retumbe criollo lleno de voces aguardientosas, hacían vibrar de emoción y de alegría en cada baile de marinera salerosa, con su dicho y su resbalosa. “Huerequeque! Pájaro canillón....” se escuchaba. “Y adentro con la segunda, paisano!” En la tertulia no faltaban los dichos del abuelo que descargaba una y otra vez a viva voz: “Qué me dirás que no te diga!”. Y es que “encerronas” de 9 días eran costumbres de tu tierra, mi Chiclayo fiestero y querendón. Desaparecida la llave, pobre del que quisiera escaparse...! Un cumpleaňos era cosa seria, seňores! El tío Carlos sazonaba: Hay “bastante de comer!” y a celebrar se ha dicho. La gente dormía hasta en el suelo, y en la maňana no faltaba el aguadito y el ceviche “levanta muertos”...
Muchas veces has recibido, tú Chiclayo de mis Amores, no cabe duda visita honorable, como la del gran amigo arquero argentino Don José Soriano Barco, cuya amistad por tu pueblo se quedó plasmada en un valcesito cantado por los inolvidables “Los Mochicas”. Pero hijos prodigiosos no te han faltado. Vástagos que diste a luz con la llegada del Sol Naciente en el paso hacia el Siglo XX, pioneros de tu cultura criolla y cosmopolita, fruto de raíces no sólo orientales, pero también indígenas e hispano-africanas, entre muchos otros. Don Abelardo Takahashi Nuňez fue uno de los que te cantó ardiente y apasionadamente, mientras que Don Vicente Nisizaka Mejía te ofreció entonces su sensible musa compositora para ser la voz del explotado pobre, así como Don Alfonso “Fuco” Tello Marchena te llenó de prosa y verso generosos! Todos ellos amigos de toda la vida, que adoraban recorrer los pueblos lambayecanos para regresar recargados de energía a tu seno y cantarte y festejarte.
Ay, Chiclayo de mis Amores, tú vives siempre en mi recuerdo. Cómo poder olvidar a tu Pimentel y su muelle-ferrocarril, a tu Santa Rosa y al pescadito fresco anglado desde horas de la madrugada y recién traído a tu playa en “caballito de totora”... A tus “chinas cholas” con polleras sobre polleras, finos y alegres semblantes y trenzas interminables de grueso cabello negro azabache, colgando su ají panca en todo lo alto de sus puertas y ofreciendo su chicha de jora... O a tus emolienteros, integrados en tu paisaje adormecido, de rostros sonrientes y familiar afabilidad. Cómo poder olvidar tus heladerías de la Calle Pedro Ruiz Gallo, donde se daban el encuentro todos los primos, después de jugar a escondidas a “La Familia”! La Calle Santa Victoria con sus jardincitos, donde nos sentábamos a escuchar a los grillos y a admirar las estrellas, mientras las tías conversaban a puertas abiertas. Cómo poder olvidar a tu Barrio Satélite y a los encuentros de amigos de toda la vida, en conversaciones interminables, el “lleva y trae” de los papelitos-mensajes para los amores imposibles, los besos a escondidas de los que todos ya sabían; ya desganitándonos de la risa con las ocurrencias típicas del chiclayano ocurrente y atrevido, ya jugando a la “botella borracha” para despojar a todos de sus secretos, ya cantando con la guitarra alguna balada nostálgica...
Ay, Chiclayo de mis Amores, tierra santa y bendita de Dios. Quiera que tu gente esté siempre llena de carino y generosidad. Quiera que tu espíritu acogedor y tu criollismo prevalezcan en el tiempo. Aunque tu estampa sea una otra, quiera que tu corazón nunca cambie, para dulzura y regocijo de todos tus hijos predilectos y de tus visitantes. ¡Qué viva Chiclayo!... ¡Qué viva!

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