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jueves, 28 de noviembre de 2013

Archivo Histórico San Francisco de Lima difunde sus investigaciones sobre el Perú



Por Nivardo Córdova Salinas / nivardo.cordova@gmail.com

Este artículo fue publicado en la página cultural del diario El Peruano el pasado 13 de mayo de 2013 con el título "Padres franciscanos cumplen gran labor en favor de la cultura peruana"
Con dicha publicación, obtuve el segundo puesto en el Concurso Nacional de Periodismo "Premio Cardenal Juan Landázuri Ricketts" - 2013, convocado por la Conferencia Episcopal Peruana y la Comisión Episcopal Iglesia en Dialogo.
 

Encomiable labor religiosa y cultural del director del Archivo San Francisco de Lima, 
Fr. Abel Pacheco Sánchez OFM , de la Provincia Franciscana de los XII Apóstoles del Perú.

“Desde la llegada al Perú de los primeros frailes francisanos en el siglo XVI, la orden franciscana ha estado presente no solo en la religiosidad sino también en la cultura y el arte del Perú”, expresó alguna vez el historiador peruano José Agustín de la Puente. Así lo demuestran las publicaciones en papel y ediciones digitales en Internet del Archivo Histórico San Francisco de Lima y Prensa Franciscana del Perú, ambas entidades dirigidas por Fr. Abel Pacheco Sánchez, de la Provincia Franciscana de los XII Apóstoles del Perú.
La edición digital del Boletín N° 38 del Archivo Histórico San Francisco de Lima se puede descargar en Internet (http://bit.ly/ZKB0ud). Este boletín, que empezó en la década del noventa, en hojas impresas a miméografo, por empeño de la fallecida archivera Ana María Vega, hoy se difunde a nivel nacional e internacional con investigaciones y artículos relacionados al franciscanismo y la historia peruana, entre los que destacan aportes del historiador Cayetano Villavicencio Wenner y el auxiliar del Archivo Jorge Román Tasayco.

Es interesante el informe sobre Mons. Federico Richter Fernández Prada OFM (Huanta, 1922-Lima, 2011), quien además de sacerdote y Obispo Emérito de Ayacucho fue un acucioso investigador de la historia del Perú, en especial de los orígenes y labor de la Orden de los Frailes Menores desde la época Virreinal. Mons, Richter fundó el Instituto de Estudios Histórico Franciscanos del Perú.

Asimismo, la Provincia Franciscana de los XII Apóstoles del Perú acaba de publicar el “Esquematismo” (Schematismus, versio MMXI. Provincia Duodecim Apostolorum in Peruvia. Ordinis Fratrum Minorum. Limae, Peruvia), libro de 498 páginas que resume  el statu quo de la
provincia, desde su fundación en 1533 hasta la fecha. Esta es considerada como la “madre de todas las provincias franciscanas en América del Sur”.
Desde el año de 1942, es decir hace siete décadas, la provincia no había editado un libro que resuma toda su historia. El anterior volumen esquemático de la Provincia fue editado en el provincialato del recordado P. Fr. Manuel Jesús del Carpio Salinas en 1942.


VIDA DE SAN FRANCISCO SOLANO

De otro lado, se editó (en papel y en “libro virtual”) el libro “Vida de San Francisco Solano” de Fr. Emilio Carpio Ponce OFM (http://bit.ly/rhBEzZ), en homenaje a los 400 años del fallecimiento del santo andaluz, cuyos restos reposan en el Convento de San Francisco de Lima. El santo evangelizó y predicó en quechua y recorrió a pie el Perú. Fue el primer guardián del Convento de Los Descalzos.

Hay un libro que no se puede soslayar: “Poemas franciscanos de Fr. Luis Valle Goicochea OFM”, de Fr. Abel Pacheco OFM y Nivardo Córdova Salinas. Este libro digital (http://bit.ly/nggyV2), culminado en 2010, es una investigación sobre el poeta, novelista y periodista liberteño Luis
Valle Goicochea. Aquí se dan a luz poemas que –hasta esta fecha- eran desconocidos por la crítica y que el autor de “Canciones de Rinono y Papagil” escribió en el claustro franciscano en la década del 40. Este libro, es un aporte a la literatura peruana, pero rescata la espiritualidad y humildad de Valle Goicochea, bardo que es ya considerado dentro de los grandes exponentes de la literatura peruana, al margen de la tragedia de su vida.
Otro de los libros salidos de este crisol de espiritual es “José Mojica: vida, arte y espíritu”, de Ernesto Arauco Travezán, dedicado a trazar el itinerario vital del gran cantante lírico, tenor, actor de cine y televisión, estrella de Hollywood, que dejó los brillos de la fama para venir al Perú y convertirse en sacerdote franciscano. Además hay dos obras que pronto irán a la imprenta: “Meditaciones franciscanas” de Fr. Alejandro Palacios OFM y el poemario “Sentimientos” de Fr. Alberto Lobatón Penny OFM (Callao 1919- 2001), cuya poesía oscila entre el misticismo y el existencialismo. 


(*) Después de que el obispo auxiliar de Lima, monseñor Raúl Chao, me entregó este diploma pronuncié estas palabras: "Citando a San Josemaría Escrivá de Balaguer, debo recordar que cuando percibo los aplausos del triunfo, debo escuchar también las risas que he provocado con mis fracasos y mis caídas ... Dedico este segundo lugar en el Premio Nacional de Periodismo Cardenal Juan Landázuri Ricketts 2013 (diploma de honor) a mi querida hija Aurora Mariajosé Córdova Guevara y a toda mi familia. De manera especial, lo comparto con las personas que están sufriendo injustamente en las cárceles y también en los hospitales, rogando a Dios que pueda aliviar su dolor. Y de manera muy especial, lo dedico también a Fr. Abel Pacheco Sánchez, director del Archivo Histórico San Francisco de Lima, y a la Provincia Franciscana de los XII Apóstoles del Perú, donde encontré la oportunidad de tener una nueva vida..."

lunes, 23 de septiembre de 2013

La maravillosa historia de Fr. José de Guadalupe Mojica

Cliquear aquí para ver la versión impresa de este reportaje en el diario La Industria (Trujillo)

Portada del libro escrito por Ernesto Arauco Travezán
quien fue sacerdote franciscano y además fue su pianista.

Por Nivardo Córdova Salinas

Fue un notable cantante lírico y tenor de ópera, intérprete de boleros y destacado actor y galán cinematográfico en Hollywood, México y Buenos Aires. Sin embargo, cuando estaba en la cúspide de su carrera artística decide abandonar los brillos y oropeles de la fama para seguir a Cristo al estilo de San Francisco de Asís y  decide enclaustrarse en un convento para volverse fraile y ser  luego ser sacerdote franciscano en el Perú. Esta es la historia del artista José Mojica, quien ha pasado a la historia religiosa universal como Fray José Francisco de Guadalupe Mojica OFM, un mexicano universal que unió su vida en un largo abrazo con los peruanos.

Portada del libro "Mojica, religioso y sacerdote"
de Mons. Federico Richter OFM.

Fray José Francisco de Guadalupe Mojica José Mojica (San Gabriel de Jalisco, 14 de septiembre de 1896 – Lima, 20 de septiembre de 1974) es un personaje de aquellos que dejan una huella imperecedera, en su caso, no sólo en el arte sino también en la espiritualidad. La peripecia vital de su existencia está signada por la búsqueda incesante del misterio de la vida, que solamente encontró en su comunión con Dios.
Quien lee su libro autobiográfico “Yo pecador” (1958) es, parafraseando al poeta estadounidense Walt Whitman, “como tocar no un libro sino un hombre”. Y es que el testimonio personal de Fr. José Mojica, nos conmueve, tanto como lo que narra uno de sus biógrafos: Fr. Ernesto Arauco Travezán (religioso y compositor huancaíno que además fue su pianista en giras por más de veinte países).
El padre Mojica ha pasado a la historia como una de las conversiones más luminosas, quizás comparable a la de Saulo de Tarso, quien tras ser perseguidor de cristianos sintió el aguijón de la fe. Mojica, dotado de un talento innato para el “bel canto” fue un artista de renombre en su época -de lo cual dan fe las decenas de grabaciones fonográficas par la RCA Víctor (auspiciado por el mismísimo Toman Edison), su pasó por las más célebres auditorios operísticos con el aval de figuras de la ópera como Mary Garden y el tenor Caruso y las películas que dejó. Pero ¿qué motivación tuvo?
En la carta que escribe el 10 de septiembre de 1941 al padre superior del Convento de la Recoleta del Cusco, Fr. José Núñez del Prado, para solicitar ser aceptado como fraile franciscano encontramos las claves de su conversión: “No hay nada que me detenga en el mundo, ninguna liga que me ate a él. Soy solo y ardientemente deseo ofrecer a los demás lo que el Señor me conceda de vida. No  busco el refugio del Monasterio bajo ninguna emoción dolorosa o desesperada, ni creo que se trate de un vértigo religioso (…) No tengo decepciones artísticas, pues me encuentro en la plenitud de mis facultades y, si quisiera, podría obtener contratos ventajosísimos por un período de tiempo todavía largo. Tampoco sufro decepciones humanas, pues me aman mis parientes y -perdone usted la vanidad- también soy amado por una legión de admiradores que se multiplica por cada una de mis películas y de mis actuaciones en la radio y en el teatro. Nada me falta para seguir en el mundo y en mi profesión (…) pero hay una Voz que me habla de otra vida que he entrevisto y deseado siempre. No creo equivocarme al manifestar que tengo vocación para ella, y confío en el Señor, y en su gracias que me permitirá vivir esa nueva vida para servirle y, por Él, a todos los hombres”

***

José Mojica nació, en el seno de un modesto hogar en el pueblo de San Gabriel (Jalisco), en 1896, y siempre recordó este período en medio de un ambiente campestre e idílico junto a su madre, doña Virginia. El pequeño José no conoció a su padre -quien murió tempranamente-, lo cual unido con el fallecimiento de su hermano menor marcaron trágicamente su infancia. Su mamá, maltratada y golpeada por la vida tuvo que vérselas sola para sacar adelante al pequeño José, incluso en medio de las más severas privaciones económicas, que incluyeron vender la casa natal para trasladarse a la Ciudad de México a inicios del siglo XX, posiblemente en 1902.
En México estudia en el colegio Saint Marie y posteriormente en la Escuela Elemental N° 3 y finalmente en el Colegio de San Ildefonso. Desde esa época descubre sus dotes para el canto lírico y se matricula en el Conservatorio Nacional de Música bajo la batuta del maestro José Pierson, uno de los descubridores del cantante Pedro Vargas. Debuta como cantante en el Teatro Ideal y después participa en la obra “El barbero de Sevilla” el 5 de octubre de 1916 en el Teatro Arbeu (hoy Biblioteca Miguel Lerdo de Tejada).
Pero Mojica quiere llegar más lejos y decide viajar a Nueva York ese mismo año 1916 con la esperanza de buscar audiciones musicales para demostrar su arte y también, con sus ahorros, asistir al Metropolitan Opera House de Nueva York para ver en vivo al tenor Caruso, considerado el mejor tenor de la historia. Lo vio y escuchó interpretando el “Rigoleto” de Verdi y quedó extasiado. Pero el dinero ya escaseaba. En la “Gran manzana” la vida es durísima y especialmente porque todavía los mexicanos y latinos eran vistos con recelo.
Su primer empleo fue de lavaplatos en el restaurante de un hotel con un sueldo de 12 dólares a la semana más la comida. Para aliviar la tarea se dedicaba a cantar mientras lavaba la fina vajilla. Fue allí que alguien lo escuchó y lo llevaron donde la esposa del gerente, la Sra. Blackman, conocedora del bel canto, quien al escucharlo inmediatamente ordenó que le den un trabajo más liviano, solo por medio tiempo y a 15 dólares semanales. Además la dama se comprometió a darle clases particulares de canto, con la promesa de conseguirle un contrato operístico.
Hay una anécdota significativa en Nueva York, donde en 1926 conoció a la poetisa María Joaquina de la Portilla Torres, más conocida como María Grever. Mojica grabó un tema que catapultó a la fama a María Grever como compositora y que es un clásico de la música popular: "Júrame"
La rueda de la fortuna había comenzado a girar. Un día se encontró con el tenor ruso Miguel Silgado, que cantaba en México y estaba formando una gran compañía mexicana con figuras de renombre. Mojica no lo dudó y retornó a México. Un día llegó el tenor Caruso y le organizaron un recital-audición con las mejores figuras. Dicen que cuando Caruso escuchó a Mojica interpretando la cavatina de Fausto se le iluminó el rostro y haciéndole señas lo invitó a acercarse a su palco. Fue uno de esos encuentros trascendentales. Caruso lo invitó a cenar y se hicieron amigos, a punto de que Caruso llegó a ser su principal mentor y lo recomendó para que lo contraten en la Chicago Opera Company.
 “Ningún artista me mostró la fraternidad de Caruso”, escribió Mojica en su autobiografía.
En Chicago, Mojica salta a la fama. Tomando al pie de la letra las recomendaciones de Caruso empezó a estudiar inglés, francés e italiano además de equitación, danza y atletismo. Es histórico su debut en el Metropolitan Opera House. al lado de la famosísima soprano escocesa Mary Garden, que era directora de la Compañía de Ópera de Chicago, en la obra “Pelléas et Mélisande” de Claude Debussy.
Lo que vendría después parece tomado de una película. Durante su estancia en la Chicago Opera Company graba discos de opera y canciones tradicionales mexicanas con el sello RCA Víctor. El siguiente paso: Hollywood, la meca del cine, donde debutó en el filme de James Tinling, "One Mad Kiss" (1930). Graba un sinnúmero de películas. Mojica es el ídolo del momento y el compositor cubano Ernesto Lecuona, lo convence para actuar y cantar en la película "La Cruz y la Espada" (1934) y luego da conciertos en La Habana donde popularizó "Canto Siboney", "Siempre en mi corazón" y la romanza "María La O", que se inmortalizaron en grabaciones para la RCA Víctor.

***

Su talento y fama se tradujo en jugosos contratos, lo cual le permitió comprar la Antigua Villa Santa Mónica en San Miguel de Allende (Guanajuato) para regalársela a su madre, cumpliendo la promesa de sacarla de la pobreza. Ella vivió en la mansión desde 1930 hasta su muerte en 1940.
La muerte de su madre motivó en él una tristeza profunda, al punto de que empieza a cuestionarse a sí mismo su vida “de fama y renombre”. Eso lo motiva a decidir un cambio radical en su vida: dejar la vida artística y dedicar su vida a Dios, que Mojica ha confesado fue motivado por una aparición de Santa Teresita de Jesús. Mojica se deshizo de su fortuna y propiedades y en 1942 ingresa Convento de la Recoleta del Cuzco en Perú adoptando el nombre de Fray José Francisco de Guadalupe Mojica. Luego se ordenó como sacerdote en 1947 en la Basílica Menor de San Francisco de Jesús El Grande de Lima.
Cabe señalar que el compositor Agustín Lara, al enterarse de su decisión de vestir el hábito y la sandalia franciscanos le dedica el hermoso bolero: “Solamente una vez”.
Un dato a resaltar es que en el seminario cusqueño Mojica estudió con otros personajes memorables como el poeta liberteño Luis Valle Goicochea y Monseñor Federico Richter-Fernández Prada. Junto con ellos y otros seminaristas, agrupados en la autodenominada Academia Scoto editaron la revista “Ensayos”, cuyos ejemplares se conservan en el Archivo Histórico San Francisco de Lima, dirigido por Fr. Abel Pacheco Sánchez OFM, quien ha dicho lo siguiente: “El padre Mojica era una persona excepcional, dotado de un sentido profundo de la fe y de la alegría franciscana de vivir. Nos dejó un gran ejemplo de trabajo espiritual, como auténtico hermano franciscano”.
Es importante señalar que si bien Mojica llegó a ser sacerdote, el arte del canto y también las artes plásticas lo acompañaron siempre, a punto de que él ha realizado una serie de obras artísticas en el Seminario de Arequipa -cuyos fondos para su construcción él ayudo a recaudar- dedicadas a la Virgen María así como la ilustración de la vida de San Francisco Solano. Como cantante, son recordadas sus giras en todo el Perú para despertar vocaciones franciscanas. En 1958 decide escribir su libro autobiográfico "Yo pecador", que luego sirvió de argumento para el guión de una película del mismo nombre. En 1966, también en la temática religiosa y franciscana, filmó “Seguiré tus pasos”, con Libertad Lamarque.
Como sacerdote, Mojica se entregó totalmente a la evangelización, a rescatar almas y también a dar su mano generosa a los indigentes de Lima. Todavía hoy, a casi cuarenta años de su fallecimiento, en zonas como Barrios Altos y el Rímac lo recuerdan con mucho cariño como “Padrecito Mojica”.
En 1974 falleció en la ciudad de Lima. Como acertadamente escribió Fr. Ernesto Arauco en su libro “José Mojica: mundo, arte espíritu”: “Fue un pregón de paz y bien. No quiso poner a su vida puertas ni madrigueras ni torres; en todo caso, puentes... Su arte lo encumbró; pero jamás perdió la sencillez. Su sacerdocio lo elevó (…)  mientras los pañuelos blancos le decían su último adiós, y sus restos, abriendo una cuenta de cien años, eran transportados a las catacumbas de la Basílica de San Francisco, su testimonio se iba quedando entre nosotros, ´como el agua que siempre se queda y siempre se está yendo´... Y él, con una tesis profunda: la de su vida, se había doctorado para el Más Allá”.



FILMOGRAFÍA DE JOSÉ MOJICA


En Hollywood:
“One mad kiss” (Un beso loco) (1930)
“When love laughs” (Cuando el amor ríe, 1931)
“Hay que casar al príncipe” (1931)
 “Law of the harem” (La ley del harem, 1931)
 “Mi último amor” (1931)
 “El caballero de la noche” (1932)
 “El precio de un beso” (1933)
 “The king of gypsies” (El rey de los gitanos, 1933)
 “Melodía prohibida” (1933)
 “La cruz y la espada” (1934)
 “Un capitán de cosacos” (1934)
 “Love Frontiers” (Las fronteras del amor, 1934)

En México:
“El Capitán aventurero” -basado en la pieza de Manuel Penella "Don Gil de Alcalá" (1938)
“La canción del milagro” (1940)
“El Pórtico de la gloria” (1953), como Fray José de Guadalupe Mojica.
“Yo pecador”(1959), con Sara García, Pedro Armendáriz y Libertad Lamarque.
 “Seguiré tus pasos” (1966), con Juliancito Bravo.

En Argentina

“Melodías de América” (1941)

En Perú: Obra teatral "La Perricholi", en la década del 70, pero que fue censurada por el gobierno militar por que consideraban que era una exaltación del Virreinato y a los conquistadores, según información del P. Carlos Montesinos OFM,
Fr. José de Guadalupe Mojica (al centro, de pie) en una foto histórica en el seminario franciscano del Convento de La Recoleta, en el Cusco. En la foto aparece el poeta Luis Valle Goicochea (a su lado) y también Mons. Federico Richter y Fr. Ernesto Arauco (Foto: Archivo San Francisco de Lima)

jueves, 12 de septiembre de 2013

Chavín en su laberinto

Por Nivardo Córdova Salinas / nivardo.cordova@gmail.com
Fotos: Cortesía Dr. John Rick / Proyecto Arqueológico Chavín de Huántar
Este reportaje se publicó también en (cliquear para abrir):
Revista  VELAVERDE (Lima, 03/09/2013) y diario LA INDUSTRIA (Trujillo, domingo 08/09/2013=




“Lo que yo he hecho es poco para lo que viene después” afirma el arqueólogo norteamericano que desde hace 19 años estudia uno de los sitios prehispánicos más enigmáticos del Perú.
“A los seis años de edad, la primera palabra que aprendí en castellano fue ´ruinas´, porque me di cuenta que al pronunciarla los pobladores siempre me llevaban a lugares maravillosos”, recuerda el doctor John Rick, quien es director del  Proyecto Arqueológico Chavín de Huántar desde hace 19 años, período en que comenzaron las investigaciones que en la actualidad son codirigidas por el Dr. Luis Guillermo Lumbreras.
Rick, nació en Sacramento (California, EE. UU) en 1950. En 1956, cuando otros niños iban a la primary school, el entonces pequeño John vivió un año entero recorriendo el Perú. ¿La razón? Su padre, el Dr. Charles M Rick Jr., fue un botánico genetista que dedicó gran parte de su vida al estudio de los tomates silvestres en el Perú y otras especies de “solanáceas”, acompañado de su esposa –y a la vez asistente de campo-  Martha O. Rick.

“Mi madre podía reconocer cualquier especie de tomate silvestre incluso desde el automóvil en marcha. Fueron una pareja extraordinaria, en lo personal y en lo científico, y prácticamente ellos me inspiraron para dedicarme a la arqueología. A mí no me interesaban mucho los tomates, sino las ruinas que iba encontrando en el camino”, señala.
Por cierto, Rick heredó también un cariño y pertenencia al Perú. Estudió arqueología en la Universidad de California, en la sede de Santa Cruz, donde se graduó en 1972. Al año siguiente regresó al Perú para estudiar sitios del Periodo Lítico en las punas de Junín. Poco después conocería a su hoy esposa, Rosa Mendoza de Rick, con quien se casó en 1977. Ella también es arqueóloga y en la actualidad lo acompaña en las investigaciones en Chávin de Huántar.
CHAVÍN Y SU SIGNIFICADO
“En Chavín comenzamos en 1994. Vine la primera vez acompañando a Luis Lumbreras como invitado para las grabaciones de un programa especial del Discovery Channel sobre Chavín. Me quedé atrapado por el sitio y decidí ayudar a investigarlo”, afirma. Desde entonces Rick vive buena parte de todos los años en Chavín y su trabajo ha logrado aportar al conocimiento de este centro ceremonial. Pero, para el Dr. Rick, esto es solo el comienzo de lo que debe ser el estudio del sitio. A casi dos décadas de excavar en Chavín de Huántar, su actitud sigue siendo de asombro y enigma por el monumento que comenzó a ser trabajado por él mediante el levantamiento tridimensional del mismo lugar desde que en 1995 empezó la primera temporada de excavaciones, realizando el levantamiento tridimensional del sitio. El lugar tiene una antigüedad de entre 3,200 a 3,500 años.
¿Qué tiene de especial Chavín de Huántar que no tenga otro sitio arqueológico del Perú?, le preguntamos. “Chavín es un momento de transición entre los grupos igualitarios y las organizaciones que concentran el poder en pocas manos. Coincide con un interés profundo de mi alma, de una preocupación por el ser humano, en saber cómo somos hoy y cómo éramos hace cinco mil años. Quisiera saber cómo estas élites pudieron cimentar su credibilidad ante los gobernados, cómo lograron convencerlos de la validez del poder en manos de pocos, cómo lograron la confianza del pueblo para afianzar su sofisticada organización, mediante esos rituales y mensajes político-religiosos grabados en piedra. En ese sentido, Chavín de Huántar tiene cualidades que pocos sitios tienen”.


Anota que “en Chavín es fascinante el intento de descifrar cómo estas castas o clanes lograron persuadir a los demás de que tenían un contacto divino, para constituirse en líderes. Y las ceremonias y rituales sirvieron para trascender más allá de lo temporal”.  “Creo que había una marcada diferencia entre quién podía ingresar a los laberintos y quién no, para practicar el culto. Pienso que, antes de morir, esos sacerdotes sabían qué aspecto del culto podría ser creíble”, opina.
“Estas élites estaban creando todo un mundo coherente con lo que se podría denominar dioses y fuerzas de la naturaleza, de manera singular en la cosmovisión andina. Lo interesante es que en las excavaciones de Chavín, se han hallado incluso restos del Periodo Líticos, lo que le da una continuidad de alrededor de cinco mil años de historia a través de diversos grupos humanos que se asentaron en la zona. Eso lo han ratificado las pesquisas al otro lado del río Mosna, en el sector denominado La Banda, y excavaciones por debajo de la Plaza de Armas del actual pueblo de Chavín, donde hay vestigios significativos de poblaciones de dicha época”, afirma.
Como se sabe, Julio C. Tello fue uno de los primeros en estudiar Chavín y le asignó el rol de “madre de la cultura peruana”. Rick coincide también en que los orígenes de Chavín se pierden en la nebulosa de los tiempos. Lo cierto es que el sitio sigue allí, retando la imaginación y el razonamiento moderno.


Uno de los aportes de los trabajos del Dr. Rick es haber develado la compleja estructura de los canales subterráneos de agua que cruzan, suben y bajan entre los laberintos de Chavín de Huántar. “La complejidad de los canales es impresionante. Julio C. Tello sí advirtió esto y luego Lumbreras también pudo observar la existencia de estas galerías y canales. Ahora, con toda seguridad, podemos asegurar que en Chavín había un culto o varios cultos al agua. Usaron el agua en diferentes formas”, afirma.
Otro aspecto son los estudios de arqueo-acústica. “Cuando encontramos veinte pututos dentro de una galería subterránea, y tocables todavía, pudimos tener el sonido en su contexto original, en su contexto ritual, como si fuera una sacristía. Ahí fue que empezaron las indagaciones acústicas para saber cómo se comporta el sonido en estos espacios. ¿Había un diseño acústico en Chavín o los efectos eran casuales? Por eso nos pusimos a estudiar todo el perfil de secuencias acústicas. En algunos sitios la resonancia es muy fuerte mientras que en otros casi es nula, porque las paredes literalmente ´se comen´ el sonido. Pienso que ellos también manipularon estos ambientes para usar el sonido del agua. Es decir, podían predecir y diseñar condiciones acústicas para determinada faceta de sus ceremonias. Quizás porque el sonido no es cuestionable, es un todo”, observa. Se cree que estos sonidos imitan el rugido de un jaguar.
Además también hay un manejo de la iluminación interior en base a reflejos, usando espejos de antracita (carbón de piedra) que tienen la propiedad de reflejar la luz en diversas direcciones, según su ubicación, especialmente –en determinadas épocas del año (como el solsticio de invierno, el 21 de junio)-, para reflejar el sol hacia adentro e iluminar al Lanzón. “Encontramos espejos de antracita por todas partes”, señala.
Rick sabe que Chavín es todavía un enigma por descubrir. “No me importa a dónde llego yo, sino en qué puedo ayudar a conocer el sitio y además ayudar en el entrenamiento de arqueólogos que después sean líderes en las investigaciones sobre Chavín de Huántar. Esta será mi mejor satisfacción porque aseguraremos la continuidad de los estudios de esta cultura. Lo que yo he hecho es poco para lo que se viene después”, afirma.

CONSERVACIÓN Y RETOS PARA LA ARQUEOLOGÍA
Pero Rick también tiene una mirada profunda sobre el Perú. “Me gustaría nacionalizarme peruano, sería muy feliz, pero es un trámite que requiere tiempo, justamente el tiempo que dedico a mis estudios sobre Chavín”.


Una de sus preocupaciones es la permanente destrucción de sitios arqueológicos, ya sea por desidia, tráfico de tierras, invasiones, obras públicas o el crecimiento de las ciudades. “El Perú necesita obras de infraestructura y avances en materia de riego, canales, puentes, caminos y la arqueología no puede ser una prioridad absoluta. Un camino puede ser buscar el equilibrio entre la conservación del pasado y las necesidades del presente. Tiene que haber un dialogo permanente entre los ministerios para buscar formas de conciliación. Pero lo que es indudable es que hay saqueadores y traficantes del patrimonio que se enriquecen a costa de su destrucción, y eso se debe atacar”, afirma. Rick  informa que acaba de recibir reportes del saqueo de la zona arqueológica denominada “Cerro del Oro” en Cañete, “donde nos han informado que se ha arrasado un cementerio prehispánico entero, y que no se hizo con una cuadrilla de personas sino con lo que se puede llamar una legión o un bulldozer humano. Eso me ha hecho sentir náuseas. Pero posiblemente los artefactos que han sacado saqueado están en el mercado negro y la policía podría rastrearlos para dar con la red de traficantes involucrada en esto”, afirma.
El Dr. Rick opina que los gobiernos deben entender que los recursos arqueológicos no rinden dinero sino que necesitan inversión. “Si se desarrollan los estudios de sitios y los museos, sí puede haber un retorno de la inversión como se está demostrando en la Ruta Moche. Los sitios arqueológicos son de todos los peruanos, a través de la supervisión del Estado, el cual es como el padre del patrimonio arqueológico de un país, porque se reconoce responsable de su cuidado y asigna los recursos para estudiar esos sitios. En el Perú la concentración de zonas arqueológicas es una de las mayores que hay en el mundo, es una meca de la arqueología, comparable a Egipto, por citar un caso”, afirma.
***DATO
El Proyecto de Investigación Arqueológica y Conservación en Chavín de Huántar, en el departamento de Áncash, está bajo la dirección del Dr. John Rick y la co-dirección del Dr. Luis G. Lumbreras. El equipo lo conforman arqueólogos, estudiantes de arqueología y especialistas provenientes de diferentes universidades nacionales y extranjeras, con el apoyo y financiamiento de Global Heritage Fund, Antamina, Universidad de Stanford y el Programa Religion and Innovation in Human Affairs de The Historial Society. Además tienen el apoyo de los pobladores del distrito de Chavín, quienes asisten en las excavaciones arqueológicas.

miércoles, 14 de agosto de 2013

Nicolás Ayllón: ¿el primer santo chiclayano?




Por Nivardo Córdova Salinas
Ver la versión impresa publicada en el Boletín Nº 37 del Archivo Histórico San Francisco de Lima.

Preguntáronle alguna vez: “Nicolás, dime, ¿tienes alguna huaca de donde sacas lo mucho que guardas?, porque es imposible que con sólo tu oficio puedas ganar tanto. Y respondió: Y vaya hermano que tengo huaca y la más poderosa y rica, pues en mi señor Jesucristo tengo seguros todos los tesoros y, si quieres, vamos a gozar de ellos, pues a ninguno los niega”.

Hace 335 años falleció en Lima el chiclayano Nicolás Ayllón (Chiclayo, 4 de marzo de 1632 - † Lima, 7 de noviembre de 1677), también llamado “Nicolás de Dios, natural de Chiclayo”. Este sastre y artesano que fue hijo de un cacique de Chiclayo, criado y educado por los franciscanos vivió –como laico- una vida de caridad y desprendimiento, y por sus virtudes cristianas y es considerado un auténtico “siervo de Dios”.
Por esos méritos se inició su causa de beatificación a pocos años de su muerte, trámite que fue abandonado en 1702, hace más de tres siglos. Sin embargo, según publicó el semanario “Expresión” (N° 478, 28 de julio al 3 de agosto de 2006) desde hace más de un lustro existe un Comité Ejecutivo Nacional integrado por lambayecanos y presidido inicilamente por Roberto Yafac Huertas, que ha está solicitando ante el Arzobispado de Lima continuar las gestiones para la beatificación de Nicolás de Ayllón.
A Nicolás Ayllón se le atribuyen varios milagros. Hay calles de Chiclayo y una avenida principal en Lima que llevan su nombre. Fundó en su propia vivienda la “Casa de Jesús, María y José” -que hoy es el Templo y Monasterio de las religiosas Clarisas Capuchinas en el centro de Lima-. De ser beatificado y canonizado, sería el primer santo chiclayano de la historia peruana.
Pero ¿quién fue realmente este esforzado varón que nació en Chiclayo en los albores de la ciudad?

UN LIBRO ESCLARECEDOR
El sacerdote jesuita e historiador peruano Rubén Vargas Ugarte, S.J., publicó en 1964 el libro “Vida del siervo de Dios Nicolás Ayllón o por otro nombre Nicolás de Dios, natural de Chiclayo”, el mismo que fue reeditado en 2007 en Argentina, el cual es uno de los estudios históricos más serios sobre Ayllón, pues el autor acudió a las fuentes históricas más autorizadas, entre las cuales figuran el Proceso hecho en Lima en 1683 y remitido a Roma en 1690 (el original se extravió en el Tribunal de la Santa Inquisición y Vargas Ugarte acudió a ver el original en el Vaticano). También se basó en documentos del Archivo Arzobispal de Lima; el libro “Vida de Nicolás”, del padre Bernardo Sartolo (del 1679 aunque el texto incurre en algunos deslices), así como los apuntes hechos por la viuda de Ayllón, María Jacinta Montoya y el escrito anónimo de un compadre de él, que goza de credibilidad porque el propio confesor de Nicolás Ayllón, el padre Cristóbal Bravo, lo halló “conforme a la verdad”.
VIDA DE VIRTUDES
Nicolás Ayllón fue el último hijo del matrimonio conformado por Don Rodrigo Puycón (“indio principal”) y Doña Francisca Faxollem, ambos cristianos y al parecer descendientes de nobles curacas de Cinto y Collique.
“Un testigo de los procesos dice que Nicolás, desde los siete años, comenzó a ser niño de coro en la iglesia de los franciscanos en Chiclayo”, afirma Ugarte. Obviamente se refiere a la Iglesia Matriz, llamada originalmente Iglesia y Convento de Santa María de los Valles de Chiclayo, la cual fue demolida en 1960.
A los 8 años fue enviado al Convento de San Francisco de Saña, bajo la tutela de uno de los religiosos moradores de ese convento, fray Juan de Ayllón, para continuar su educación cristiana. De este fraile adoptó su apellido hispano.
Poco después de cumplir 10 años, junto con su tutor, viajó al Convento de San Francisco de Lima, donde vivió. De este viaje queda el relato de un prodigio del niño: durante el cruce por el caudaloso río Santa –ayudados por indios chimbadores- la mula sobre la que iba montado Nicolás fue arrastrada por la corriente. “Una mano poderosa lo condujo sano y salvo hasta la orilla…debió ser el Ángel de la Guardia”.
En el convento máximo franciscano vivió cinco años, tiempo en el que su protector Fray Ayllón enfermó. Nicolás fue su enfermero hasta que cumplió los 16 años, en que se retiró del convento e ingresó como aprendiz al taller de sastrería. Aquí estuvo cuatro años, hasta que llegó a ser “maestro sastre”.
En ese período es que Nicolás Ayllón manda confeccionar una imagen de la Purísima Virgen, pues como hermano franciscano se hizo devoto María Inmaculada, motivando a sus colegas y vecinos a participar en las novenas en su honor.
Nicolás resolvió abrir un taller de sastrería junto al Convento de La Merced, al que acudían no sólo los nobles, sino también criollos y nativos. Tal era su habilidad con las tijeras y la aguja que se hizo de una fama en el oficio, y con sus ingresos económicos fue consolidando sus bienes para dedicarlos a obras de caridad.
Posteriormente a los 24 años Nicolás se casó en 1661 con María Jacinta Montoya en la Iglesia del Sagrario. El padre Ugarte relata que, por información de la propia esposa, se sabe que el joven antes de casarse mantuvo un amorío con una joven mestiza natural de Trujillo, llamada María del Rosario, fruto del cual nació una hija que murió poco después de nacer. “Nicolás, como hombre flaco, pagó tributo a la débil naturaleza, pero más adelante, poco después de contraer legítimo matrimonio, cayó en la cuenta de su yerro, se arrepintió del mal paso que había dado y decidió firmemente no apartarse un punto de la ley santa de Dios”, escribe el padre Vargas Ugarte.
Con María Jacinta tuvo dos hijos: una niña que falleció a corta edad y un niño al que llamó Bonifacio. “No tuvieron más descendencia pero a los ocho años de casados de común acuerdo decidieron guardar ambos continencia y tratarse como hermanos”, agrega Vargas Ugarte.
Desde entonces pasaron a llamarse como Nicolás de Dios y la hermana María Jacinta de la Trinidad. Ambos esposos decidieron convertir su vivienda a mitad del siglo XVII en una casa para huérfanos y jóvenes abandonados, el cual se convirtió en un Beaterio bajo la advocación de Jesús, María y José, y que posteriormente llegó a ser Monasterio que hoy se aprecia en la esquina de las calles Moquegua y Camaná, donde viven las Clarisas Capuchinas.

LA CASA DE JESÚS, MARÍA Y JOSÉ
Nicolás bautizó el lugar como "Casa de Jesús, María y José". Allí construyó dos oratorios, uno para su cuadro de la Purísima y otro para el Crucificado, y en el patio principal ordenó pintar el Vía Crucis.
Se afirma que por esta época Nicolás retornó a Chiclayo por unos meses, con la finalidad de cobrar una herencia familiar. Tras fundar en la ciudad norteña la “Cofradía de las Ánimas”, retornó a Lima donde continuó ayudando a los menesterosos.
Un acontecimiento importante es un levantamiento de indios en 1666, que motivó represalias del Virrey contra quienes consideraba cabecillas. El propio Nicolás, al salir en defensa de sus paisanos, sufrió también algunos ultrajes y humillaciones que soportó como buen cristiano.
Y así pasó su vida este varón, hasta que la muerte lo sorprendió en 1677. El Cabildo de Lima realizó las exequias a las que asistieron miles de fieles, e incluso el propio virrey Baltazar de la Cueva, conde de Castellar. Su viuda quedó a cargo de la Casa de Jesús, María y José, que luego fue destinada para las clarisas capuchinas.
Dos años después de su fallecimiento, en 1679, se iniciaron los trámites para solicitar su beatificación, proceso que luego se interumpió. Al parecer en 1684 se imprimió en Madrid la “Vida de Nicolás” escrita por el padre Sartolo, quien recibió los datos desde Lima. En el libro se incluía una “visión” de Ángela Carranza (quien había sido sancionada por el Tribunal de la Santa Inquisición) donde ella predecía que Nicolás iba a ser santificado. Esto fue motivo para que el libro fuera decomisado y el proceso de beatificación se interrumpiera hasta nuestros días.
(Por: Nivardo Córdova Salinas, nivardo.cordova@gmail.com)